Recuerdo perfectamente aquel día, yo tenía 7 años y en Sanlucar de Barrameda mis tíos me regalaron La que sin duda me daría muchos días de gloria y el motivo del constante deseo en mí de estar cerca del mar. Fue una sensación extraña pero inmensamente feliz, de repente de reojo me la encontré apoyada en la pared, recta y seria, con el paso de los años pero aún con ganas de más. En definitiva una sensación muy bonita. Quién me iba a decir a mí que después vendría tanto... y tan bueno.
Pasan los baños, las series, los atardeceres, las sensaciones, los momentos... el tiempo... tras el cual, con reencuentros como éste la sonrisa nostálgica es inevitable.
